El corzo del sofocón

A mi me suele pasar, el día antes de… bueno, da igual, al lío.




Mochila al hombro, rifle y unas pocas de balas para empezar desde este alto a llevarme los prismáticos a la cara. El sol empezaba a salir, rojizo y entre la niebla amenazando con calentar no tardando mucho lo que era igual a mucha mosca y pocos corzos. A simple vista descubro en el viso una corza comiendo hierbajos pegados a una siembra y a vista de prismáticos veo unas orejillas, las de la cría.


Tengo el aire de cara, a si que despacio voy bajando para caminar a media ladera ya que ella y su cría estaban en el sitio por el que yo quería pasar, a si que para que no pegase el espantazo y saliese corriendo decido ir a media ladera. Camino por el borde de una siembra despacito intentando hacer el mínimo ruido posible, cosa difícil porque está recién cortada y el “cras cras” es inevitable. Miro hacia el frente y en la orilla de otra siembra estaba otra hembra comiendo por los bordes algún otro hierbajo, a algunos metros aunque pocos de las otras dos. Si sigo caminando me descubro por completo, me verá y saldrá corriendo justo no dónde quiero que salga corriendo que es por el camino que digo más arriba y tengo pensado coger.


Sin más y al mínimo ruido de un paso mío levanta la cabeza, se planta, le da a las orejas un poco y sale corriendo en dirección a las otras dos:
Cojonudo, no quería taza, pues taza y media.
Cosas de la suerte, la corza cuando ve a las otras dos, se asusta girando hacia atrás y estas dos salen corriendo detrás de ella. A si me gusta, trabajando en equipo y camino libre para mí.




Me voy bajando poco a poco cuando me lo va permitiendo el terreno hasta llegar al principio del camino que yo quería coger para desde ahí empezar a mirar unas “morras” que va haciendo el monte y que son de monte bajo. Nada más reanudar la marcha veo cruzar una cabeza a escasos 20 metros de mí hacia abajo y esa no era buena dirección para mi pero sabía que para el tampoco. Dicho y hecho, no pasan 5 segundos y otra vez entre el monte pasa la cabeza hacia arriba. Es un macho “aparente”, vamos, se el macho que es porque le había visto hace tiempo a si que acelero mis pasos para poder ver el terreno que sabía que me esperaba delante. Ahí está, trotando junto a una hembra y momento que aprovecho para sentarme en el suelo, apoyar el codo en la rodilla y esperar a que se paren. Se paran, están cruzados, monto el pelo del rifle e intento dejar quieta la cruz de mi visor por la parte delantera del corzo pero mi mala posición y los nervios me lo impiden y no conseguía más que un baile de una cruz por el monte y el cuerpo de un corzo.
Decido no disparar pudiendo arrepentirme, pero no lo tenía claro aunque la distancia no fuese más de 120 metros como mucho.


Pensaba que llegarían a lo alto y se perderían detrás de la primera morra, pero no fue así; Se volvieron hacia atrás cogiendo un regato arriba que iba a salir a una tierra.
Miro hacia mi derecha y veo una morra por dónde poder no atajar, pero si poder volver a ver los corzos. No lo pienso, saco la bala de la recamara y corro hacia lo alto de la morra enterrándome las piernas hasta las rodillas en el monte y pinchándome con los tojos a cada movimiento que hacía. Llego a lo alto, me paro y el sol me pega en la cara, aunque rápidamente veo una polvadera por la tierra y descubro los dos corzos cruzándola a todo tren que les falta poco para llegar a una zona de monte bajo, momento que aprovecho para tirar la mochila delante de mi, subir una bala a la recámara y tirarme yo al suelo también.




Una vez en el suelo, sentí que yo no estaba bien, el corazón me iba a salir por la boca (cosa lógica por la carrera) pero esto era una cuestión de tensión, sofoco, lo que fuese, el sol tampoco ayudaba; Con las manos noto que el pasto está mojado y con los corzos ya en el monte bajo comiendo y caminando suavemente, que supongo creerían haberme perdido de vista, meto la cabeza entre el pasto para refrescarme, la levanto, siguen allí, la vuelvo a meter entre el pasto, la levanto, hago un primer intento cogiendo el rifle pero dónde estoy tumbado es bastante llano y no puedo coger bien el rifle y mucho menos apuntar bien por la postura y porque el corazón lo notaba en la garganta, no tenía pulso ninguno y si antes que estaba mucho más cerca dejé de tirarle como para hacerlo ahora que están mucho más lejos y yo estoy mucho peor. Dónde vas así, pensé, mientras soltaba el rifle y volvía a meter la cabeza entre el pasto, vamos completamente tirado en el suelo con la postura que tenía, pasto de buitres en toda regla. 


A todo esto, los corzos seguían al frente y tranquilos, o al menos algo más tranquilos, comían y daban pasos cortos levantando de vez en cuando la cabeza.




Vamos con otro intento y lo mismo de antes, no podía coger bien el rifle, si lo cogía bien no me podía apoyar cómodamente y si me apoyaba cómodamente no lo cogía bien, hasta que tuve la “magnífica idea” de doblar la mochila y así conseguir un buen apoyo y un buen encare. Yo estoy algo más tranquilo, los corzos empiezan a caminar ya un pelín más ligeros y no tardarían en perderse por el viso. Lo voy a intentar, pensé. Agarro el rifle, me coloco y me vuelvo a colocar esto se ve muy pequeño, reviso aumentos, están a 10 y no tengo más hay que tirar casi a la voz de ya. Monto el pelo, intento respirar suavemente y en una de estas que la cruz estaba dentro del cuerpo del corzo me sorprendió el tiro, levanto la cabeza rápidamente a la par que veía a los dos corzos salir corriendo y yo pegaba el cerrojazo. Me coloco rápidamente por si se vuelve a parar y lo hace si, pero en el viso, ahí no puedo tirar, lo tengo más o menos en la cruz del visor mirando en mi dirección, pero no puedo disparar, cuando el corzo se gira lentamente y como cojeando da un paso y se pierde en el viso.
La corza que había escapado antes que él, se vuelve, la veo aparecer en el viso y tan rápido como allí apareció volvió a irse, pero sola.




Esa cojera que me pareció ver y la hembra que se marcha sola me hace pensar que el corzo está en lo alto. Antes de irme, como curiosidad saco el telémetro y miro la distancia indicando este 232 metros; Este cacharro nunca lo uso antes de y cuando me acuerdo lo hago después de, cómo curiosidad y más me vale así, porque si lo hiciese antes de disparar estoy seguro que en alguna ocasión el gatillo no se aprieta.


Me pongo de pie, mochila a la espalda y rifle al hombro. No me encuentro bien, sudores fríos, falta de fuerza en las piernas y el sol me está matando. Caminando despacio, voy acortando el terreno que me separaba del corzo, cruzo la tierra y encarrilo el monte bajo directamente hacia el viso sin ir a revisar el lugar del tiro, cosa que haría si al llegar arriba no me encontrase nada. Nada más llegar a lo alto paso la vista entre el monte y veo un morro que sale hacia arriba, allí está. Me acerco, es un corzo bonito, la mañana estaba hecha.


Un buen bocadillo, agua y coca-cola solucionaron mi sofocón.